
Testimonio de Javier, padre de un niño con síndrome de Down
Testimonio de Javier Valsera, padre de un hijo con síndrome de Down.
Os compartimos el testimonio que Javier Valsera, padre de un hijo con síndrome de Down, nos ofreció en la Jornada de Catequesis y Discapacidad, celebrada el pasado día 11, en el Seminario diocesano de Jaén:
Hola a todos, en primer lugar, gracias por invitarme para hacer esta reflexión en voz alta sobre la atención a las personas con discapacidad en la Iglesia. (Soy padre de dos preciosos niños, Samuel con 7 años y Marcos
con 6 años) ¿Qué respuesta ha dado? ¿Qué podemos esperar?
Para ello, empezaré leyendo un fragmento de un texto que seguro conocéis…
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por
aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y,
al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo: «El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».
Esta hermosa parábola, la del Buen Samaritano, nos puede ayudar a reflexionar sobre lo que ha podido pasar o está pasando en la Iglesia con respecto a la atención a las personas con capacidades diferentes.
Nos enseña muchas cosas, pero entresaco de ellas tres:
1.- El Maestro de la Ley con el que conversa Jesús conoce muy bien la letra de la LEY, pero… desconoce, y mucho, el espíritu de la misma. El AMOR.
Puede que en muchas de nuestras parroquias se haya impuesto la “ley” antes que el “amor”. La ley de “es que no sabe lo que es el Cuerpo de Cristo”, la ley de “es que no tiene la madurez suficiente”, la ley de “es que
no se está quieto”… la ley.
Es cierto que hay que ser fieles al mensaje que transmitimos pero también hay que ser fieles a los destinatarios.
Lo más importante para poder participar en la vida sacramental de la Iglesia es el hecho de que SOMOS HUMANOS y no tanto el de CÓMO SOMOS.
2.- Jesús con está parábola amplia la definición de prójimo. El samaritano era rechazado por los sectores más ortodoxos de la religión hebrea. Era imposible que alguien como Él pudiera llegar a Dios, fuera capaz de amar a Dios.
Vivimos inmersos en una mentalidad del “mundo” que puede “contaminar” la visión evangélica del mundo.
En nuestra sociedad los samaritanos son los vulnerables y la vulnerabilidad es contemplada como un signo de debilidad. Y esto puede calar y penetrar en nuestros poros…
¿Quién de nosotros puede afirmar que una persona con una limitación física, cognitiva, motora o visual… no es capaz de encontrarse con el amor de Dios?
¿Dios no es capaz de hacerse el encontradizo con Él?
¡Aún en las más profundas discapacidades se puede participar en la vida de Cristo!
Jesús mismo no fue débil cuando “permaneció y no huyó”, “cuando callaba y no gritaba”. La fuerza en la debilidad. Los últimos serán los primeros.
Dios es amor, y el amor necesita de ENCUENTRO. La Iglesia es y ha de ser mediadora de ese amor de Dios hacia todos. Y nosotros somos instrumentos, mediadores que hemos de pedir a Dios que nos ¡capacite!
“Señor, ¡qué vea!” como Bartimeo.
¡Qué gran misterio el de Dios!
Mi pequeño Marcos con sus 11 dioptrías, el pequeño Pablo con su cardiopatía congénita o Damián, o Gloria, o Rocío, o Clara…
Todos son y somos imagen y semejanza de Dios. Todos sin excepción.
No nos quedemos en los límites… en la parábola los límites fueron rotos por el AMOR. Ama a Dios y al prójimo como a ti mismo…
3.- Jesús nos muestra también que la fe debe manifestarse a través de las obras.
Jesús nos invita a asumir retos.
En nuestra sociedad cada vez más se habla de inclusión, de participación pero la realidad es que queda muchísimo camino por recorrer…
Todo el mundo al que le he comentado la realización de estas jornada me decía. “Ya era hora, ¿no?” Pues sí ésta es la hora.
Es nuestro KAIRÓS, es el momento oportuno que Dios está eligiendo para que en la Iglesia de Jaén algo se empiece a mover…
Quizás la Iglesia, nosotros mismos no hayamos estado a la altura. El mismo Papa Francisco afirma que la Iglesia a veces ha estado “afónica o desafinada”.
Quizás hayamos pasado de largo, -como el levita o le sacerdote de la parábola- quizás no nos hemos acercado lo suficiente a estos “caídos en el camino”. Las causas pueden ser muchas y diversas: ¿Miedo? ¿Ignorancia?
¿Falta de sensibilidad? Jesús no indica en la parábola las razones por las que no se “paran” a atenderlo. Jesús quiere que al escuchar su Palabra… pensemos y miremos en nuestro corazón. ¿Por qué no nos hemos parado a atender a quien lo necesita?
Salgamos pues al encuentro de estos niños y sus familias.
Salgamos al encuentro de muchos padres que aún no han asumido, amado y aceptado la realidad que tienen en sus hogares.
Salgamos al encuentro de nuestras comunidades parroquiales para que sean lugares de acogida, amor y apoyo.
Favorezcamos el encuentro de estos niños con Jesús.
Jesús siempre respondía. La iglesia ha de responder también dando una respuesta llena de amor. Con valentía y atrevimiento.
CONCLUSIÓN
Quiero terminar mi reflexión con una pequeña anécdota personal. Cuando vamos a recoger a los peques al colegio –siempre es tarde, muy tarde sobre las 15.30-15:45- y vamos con “prisas” –siempre las prisas-, Marcos
muchas veces sale corriendo delante nuestra y entra en la capilla del Colegio… pero no se queda en el primer banco que hay justo al lado de la puerta… ¡no!, corriendo se dirige hasta el altar y allí delante se arrodilla…
Y siempre con la rodilla izquierda en vez de la derecha.
Y esboza en el aire con su pequeña mano una bella cruz en zigzag que va y viene una y otra vez…
Quería deciros que mi HIJO ES MI CATEQUISTA.
Es como ese Jesús “callado” del Sagrario que “me mira y me dice”:
Papá no tengas prisa….
Papá… ¡Jesús! ¡Jesús está ahí!
Papá una única cosa es importante…
Papá no sé arrodillarme pero me arrodillo…
Papá no sé persignarme bien pero lo hago…
Papá… déjame que quiera a Dios.
Papá… déjame que le “tire” un beso.¡Y yo creía que sabía amar!
¡Y yo creía que sabía vivir!
¡Y yo creía que sabía mucho sobre Dios!
Serán vuestros catequistas.
No será fácil en muchos momentos, nada que no merezca la pena lo es.
Pero si os aseguro que es una BENDICIÓN que está ahí esperándonos, esperándote.
Muchas gracias por vuestra atención.
—
TESTIMONIO DE JAVIER VALSERA, padre un hijo con síndrome de Down: abrir PDF